El 8 de marzo no es un día para regalar flores ni para decir “feliz día”, sino para
recordar la lucha de millones de mujeres a lo largo de la historia. Es un día de
reivindicación, de hacer ruido y de visibilizar todo lo que aún queda por
cambiar.
Aunque se ha avanzado mucho, todavía hay desigualdades en el trabajo, en la
política y en la vida cotidiana. La brecha salarial, la falta de representación en
puestos de poder y la violencia de género siguen siendo realidades que no
pueden ignorarse. El feminismo no es una moda ni una tendencia, es una
necesidad.
En muchas ciudades, este día se llena de pancartas, manifestaciones y
mensajes en redes sociales con el color morado como símbolo de la lucha.
Pero lo importante no es solo lo que pasa el 8M, sino lo que hacemos el resto
del año. Cuestionar estereotipos, exigir igualdad y apoyar a quienes lo
necesitan es lo que realmente marca la diferencia.
Nicolás Javier Yeray
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